sábado, 29 de enero de 2011

METERIAS A TU HIJA NIÑA A UN CONCURSO DE BELLEZA?...YO?...NIKAA

Una niña de seis años en bikini, tacones y un plumón púrpura alrededor del cuello hace poses sexys sobre un banco de parque al ritmo de cabaret, animada por su madre y unos 200 espectadores que abarrotan la sala. Al rato aparece otra chica un poco mayor: extiende su toalla con música de Beach Boys de fondo, se saca el camisón y se pone a tomar el sol casi desnuda mientras tres jueces, sentados en una mesa frente al escenario, anotan febrilmente comentarios.

Bienvenido a uno de los concursos de belleza infantiles más importantes de Estados Unidos, el Elite Miss Pageant, la competición estatal de Carolina del Norte donde niñas de 2 a 18 años luchan por llevarse la corona y participar en la competición nacional este año. El lugar elegido: una sala de baile situada en el tercer piso de un hotel en la pequeña localidad rural de Hickory, y la tensión se palpa en el ambiente.
Los concursos de miss infantiles -famosos tras el film y parodia “Pequeña Miss Sunshine” (ver vídeo más abajo)- mueven unos 5.000 millones de dólares (3.645 millones de euros) al año en Estados Unidos y cuentan con más de 100.000 participantes. Un fenómeno que está expandiéndose en Europa, incluyendo el Reino Unido donde el año pasado se celebró el primer concurso Mini Miss UK.
La industria, sin embargo, vuelve a estar en el punto de mira tras la reapertura hace poco de la investigación sobre el misterioso caso de violación y asesinato en la Navidad de 1996 de la miss infantil, JonBenet Ramsey, de seis años, ya que la policía espera usar nueva tecnología de ADN para descubrir al asesino.
“El caso JonBenet me afectó mucho. Cuando era niña, ahora tengo 24 años, semi-glitz y alto glitz [concursos de belleza infantil extremos] era lo único que había. Cuando el caso JonBenet irrumpió en la televisión, todos dijeron: ‘un momento, qué estamos haciendo’ y pusieron el freno”, comenta Katie-Britt Greenway, actual Miss South Miami USA y entrenadora de una concursante de cuatro años. “Desde entonces surgieron concursos más normales como éste que promueven la belleza natural en vez de que las niñas lleven dientes y pelo falso”.

Aún así y viendo el ambiente competitivo de concursantes y familiares, esto es todo menos un juego. “¡Ni se te ocurra quitarte el vestido!”, grita una madre en el pasillo del hotel a su hija de cinco años, con hermosos rizos rubios. Se queja de que le pica el vestido, pero al final -entre llantos- accede a llevarlo cuando le prometen venderlo en eBay en cuanto termine el concurso.
En una de las habitaciones del hotel hay seis niñas sentadas en sillas donde estaban las camas, mientras sus madres se afanan en aplicarles los últimos retoques, mientras que la tele muestra la serie infantil Tom y Jerry. “Me pillas llorosa, no puedo evitarlo. Quiero que sea como una doncella y hermosa. Hemos gastado unos 1.500 dólares (cerca de 1.100 euros) en este concurso, no es mucho dinero comparado con los demás”, comenta Melissa Shuford, la madre de una concursante, Emily, de 11 años, quien el año pasado participó en una docena de concursos.
- ¿Te sientes doncella?
- Sí, responde tímida Emily.
- ¿Cuál será tu rutina?
- Seré mariposa.
Muchos denuncian que estos concursos fomentan la explotación sexual de las niñas que, movidas por el delirio de sus padres, son vestidas, maquilladas y peinadas para aparentar ser adultas y así alcanzar la fama y ser contratadas como modelos por algún productor o revista. Y añaden que provocan daños psicológicos en los menores por el estrés de estos eventos.
Defensa de aspectos positivos
Pero Melissa asegura que estos concursos han transformado la vida de su hija para bien: “Era una niña muy tímida, sólo jugaba con peluches, apenas se socializaba. En los concursos te entrevistas con los tres jueces, en algunos lugares te enseñan modales, cómo sujetar los cubiertos, cómo comer... es maravilloso. Ahora le estoy poniendo un poco de maquillaje y uñas falsas, pero nunca hacemos glitz, jamás”.
La competición está dividida en cinco categorías –belleza, ropa deportiva y traje de baño, ropa favorita, pijama y actuación con música– y las niñas tienen que correr a las habitaciones tras participar en cada ronda para cambiarse de vestido y volver a desfilar.
Kisha Sain, un ama de casa que fundó este concurso hace cuatro años, niega que la reapertura del caso JonBenet Ramsay le haya afectado para que este año hayan venido menos concursantes. “El problema es la crisis económica, que la gente esté endeudada y ya no pueda permitirse el lujo de venir aquí. Un sistema como éste cuenta con 50, 60 participantes, pero este año sólo hay 21”.
¿Qué opina de las críticas de que estos concursos “sexualizan” a los menores? “Algunos sí que lo hacen, pero nosotros no. Esos otros concursos hacen que las niñas parezcan mayores, es terrible”.
Nervios finales
De vuelta en la sala de baile las últimas niñas están desfilando. Se respira la tensión en aire. Ava Reese, la discípula de Miss South Miami USA, no deja de decir, “quiero la corona, ¿ganaré la corona más grande?”, entre las risas de sus familiares. Viste un brillante vestido azul y está sentada en la falda de su abuela mientras observa atenta en primera fila.
Pronto los desfiles terminan y tras un breve receso comienzan a anunciarse el nombre de las misses. Miss Mejor Bañador, Miss Vestido de Noche, Miss Originalidad...los premios caen uno a uno y las ganadoras, emocionadas, algunas llorando, salen al escenario para recoger los inmensos trofeos brillantes a veces más grandes que ellas.
Una enorme expectación invade la sala en cuanto la presentadora se apresta a anunciar el gran premio. Abre un sobre, se aproxima al micrófono y lee despacio: “Y la ganadora Miss Elite North Carolina es… ¡Ava Reese!” La niña casi salta al aire ante el júbilo de su familia y su entrenadora.
“Soy la reina de todas las reinas, ¿no es así mami?”, pregunta la niña a su madre, Lisa. “Por supuesto”, responde ella sonriente y girándose hacia mí añade: “Quiere desfilar y coronar a otras niñas. Lleva meses entrenando dos veces a la semana, la profesora le enseña cómo desfilar en el escenario, cómo maquillarse... Ha participado en cuatro competiciones antes, es una sorpresa maravillosa”. ¿Logrará un contrato de modelo? “Bueno, ya veremos. ¡Mira qué feliz se la ve!”

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ASALTO HECHO POR LA NEGRA CHOLA PETA