Una cronica aparecida hoy en el diario peruano EL TROME
Este Búho se pone nostálgico cuando rememora las finales de las Copas del Mundo. La de de Alemania 1974 la recuerdo como si fuera ayer.La vi en circuito cerrado y pantalla gigante a todo color en el coliseo ‘Amauta’, donde nos zampábamos los palomillas de la Unidad de Mirones. Ese mundial debió ganarlo Holanda, que disputó la final con el anfitrión Alemania en el Estadio Olímpico de Múnich. La ‘naranja mecánica’ revolucionó el fútbol con su llamado juego total. Desbarataron el concepto de jugadores inmovilizados en una posición, pues todos atacaban y defendían. Si marcabas a uno, otro anotaba con igual brillantez. Johan Cruyff era el cerebro y Balón de Oro de Europa, pero tenía a Johan Neeskens o Willem van Hanegem. Loquearon a la defensa de Brasil y Argentina, a quienes golearon inmisericordemente.
Brasil con Rivelinho, Jairzinho o Paulo César y Argentina con el gran Roberto Perfumo, el ‘Ratón’ Ayala, Héctor Yazalde y Miguel Brindisi. Cuando se enfrentaron a Alemania en la final ganaban desde el primer minuto gracias a una extraordinaria incursión de Cruyff, que solito desde el mediocampo arremetió apilando rivales hasta el área donde le hicieron penal. Una jugada de laboratorio, donde solo se necesitaba un hombre, perdón, un genio. Pero algo pasó. La camiseta y unos seleccionados que ya habían jugado el mundial anterior y nuevos cachorros rabiosos de triunfo como Paul Breitner y Berti Vogts, y un caudillo de caudillos como Franz Beckenbauer, hicieron renacer a Alemania y dieron vuelta al resultado con dos golazos del gran artillero Gerd Müller. Cosas del destino. Nadie se acuerda del equipo campeón, pero todos recuerdan a la verdadera ‘naranja mecánica’ de Rinus Michels.
La final de 1978, la recordamos todos, porque Perú se vio involucrado en el pase del anfitrión, Argentina, a la final tras la goleada de 6-0 que nos propinaron (hoy se sabe, por una ‘echada’ tras un pacto entre el dictador Jorge Rafael Videla con su par, el peruano Francisco Morales Bermúdez). Mejor pasamos a España 1982. La final debió ser Italia vs. Francia, pero Alemania derrotó, en un partido increíble, a la gran selección francesa de Michel Platini. El terrible esfuerzo alemán para derrotar por penales después del suplementario en la caldera de Sevilla, a más de 40 grados de temperatura, también los dejó sin piernas. Recuerdo que en el palco estaba el presidente italiano, un viejito de lentes junto al rey Juan Carlos.
A cada gol italiano, el viejito se paraba y gritaba como un ‘tifosi’. Paolo Rossi, el goleador del mundial y mejor jugador, anotó junto a Marco Tardelli y Alessandro Altobelli, mientras que por Alemania descontó el eterno Paul Breitner. Me planto en la final de México 1986. Otra vez Alemania. Ahora con Karl-Heinz Rummenigge como conductor y Rudi Völler dejaron en el camino a la gran Francia de Platini, que había eliminado al poderoso Brasil. Argentina, de la mano de Diego Maradona –y de Dios–, derrotó a Bélgica. Los dirigidos por Carlos Bilardo ganaban cómodamente 2-0 con goles del ‘Tata’ Brown y Jorge Valdano. Pero al igual que en el mundial anterior, Rummenigge, como poseído, lanzó a su equipo al ataque y él mismo puso el descuento.
Luego el goleador Völler de cabeza marcó el empate. Fue allí donde, a siete minutos del final, salió una genialidad de Maradona: en medio de varios alemanes, lanzó un pase largo para una corrida de Jorge Burruchaga que venció a Harald Schumacher. El 3-2 definitivo. Argentina era por segunda vez campeón mundial. Después, en Italia 1990, teutones y albicelestes se vieron las caras nuevamente. Fue un partido más discreto en lo futbolístico. Alemania, de penal, con gol de Andreas Brehme se quedó con la Copa. Están empatados uno a uno en definiciones mundialistas. Mañana será un partido a jugarse en el pizarrón. Joachim Löw y Alejandro Sabella también jugarán un partido aparte. Este columnista quiere que la Copa no se vaya a Europa. He dicho. Apago el televisor.
fuente: www.trome.pe
Este Búho se pone nostálgico cuando rememora las finales de las Copas del Mundo. La de de Alemania 1974 la recuerdo como si fuera ayer.La vi en circuito cerrado y pantalla gigante a todo color en el coliseo ‘Amauta’, donde nos zampábamos los palomillas de la Unidad de Mirones. Ese mundial debió ganarlo Holanda, que disputó la final con el anfitrión Alemania en el Estadio Olímpico de Múnich. La ‘naranja mecánica’ revolucionó el fútbol con su llamado juego total. Desbarataron el concepto de jugadores inmovilizados en una posición, pues todos atacaban y defendían. Si marcabas a uno, otro anotaba con igual brillantez. Johan Cruyff era el cerebro y Balón de Oro de Europa, pero tenía a Johan Neeskens o Willem van Hanegem. Loquearon a la defensa de Brasil y Argentina, a quienes golearon inmisericordemente.
Brasil con Rivelinho, Jairzinho o Paulo César y Argentina con el gran Roberto Perfumo, el ‘Ratón’ Ayala, Héctor Yazalde y Miguel Brindisi. Cuando se enfrentaron a Alemania en la final ganaban desde el primer minuto gracias a una extraordinaria incursión de Cruyff, que solito desde el mediocampo arremetió apilando rivales hasta el área donde le hicieron penal. Una jugada de laboratorio, donde solo se necesitaba un hombre, perdón, un genio. Pero algo pasó. La camiseta y unos seleccionados que ya habían jugado el mundial anterior y nuevos cachorros rabiosos de triunfo como Paul Breitner y Berti Vogts, y un caudillo de caudillos como Franz Beckenbauer, hicieron renacer a Alemania y dieron vuelta al resultado con dos golazos del gran artillero Gerd Müller. Cosas del destino. Nadie se acuerda del equipo campeón, pero todos recuerdan a la verdadera ‘naranja mecánica’ de Rinus Michels.
La final de 1978, la recordamos todos, porque Perú se vio involucrado en el pase del anfitrión, Argentina, a la final tras la goleada de 6-0 que nos propinaron (hoy se sabe, por una ‘echada’ tras un pacto entre el dictador Jorge Rafael Videla con su par, el peruano Francisco Morales Bermúdez). Mejor pasamos a España 1982. La final debió ser Italia vs. Francia, pero Alemania derrotó, en un partido increíble, a la gran selección francesa de Michel Platini. El terrible esfuerzo alemán para derrotar por penales después del suplementario en la caldera de Sevilla, a más de 40 grados de temperatura, también los dejó sin piernas. Recuerdo que en el palco estaba el presidente italiano, un viejito de lentes junto al rey Juan Carlos.
A cada gol italiano, el viejito se paraba y gritaba como un ‘tifosi’. Paolo Rossi, el goleador del mundial y mejor jugador, anotó junto a Marco Tardelli y Alessandro Altobelli, mientras que por Alemania descontó el eterno Paul Breitner. Me planto en la final de México 1986. Otra vez Alemania. Ahora con Karl-Heinz Rummenigge como conductor y Rudi Völler dejaron en el camino a la gran Francia de Platini, que había eliminado al poderoso Brasil. Argentina, de la mano de Diego Maradona –y de Dios–, derrotó a Bélgica. Los dirigidos por Carlos Bilardo ganaban cómodamente 2-0 con goles del ‘Tata’ Brown y Jorge Valdano. Pero al igual que en el mundial anterior, Rummenigge, como poseído, lanzó a su equipo al ataque y él mismo puso el descuento.
Luego el goleador Völler de cabeza marcó el empate. Fue allí donde, a siete minutos del final, salió una genialidad de Maradona: en medio de varios alemanes, lanzó un pase largo para una corrida de Jorge Burruchaga que venció a Harald Schumacher. El 3-2 definitivo. Argentina era por segunda vez campeón mundial. Después, en Italia 1990, teutones y albicelestes se vieron las caras nuevamente. Fue un partido más discreto en lo futbolístico. Alemania, de penal, con gol de Andreas Brehme se quedó con la Copa. Están empatados uno a uno en definiciones mundialistas. Mañana será un partido a jugarse en el pizarrón. Joachim Löw y Alejandro Sabella también jugarán un partido aparte. Este columnista quiere que la Copa no se vaya a Europa. He dicho. Apago el televisor.
fuente: www.trome.pe
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